Loewe llena la Gran Vía. La tienda la más antigua de la firma sigue en pie y su intención es seguir manteniéndola. Continuar con esa primacia y esa imagen en una de las calles más emblemáticas de Madrid.
Conozcamos un poco de su historia y de uno de los símbolos de esta firma. En 1939 Loewe inaugura la emblemática tienda de Gran Vïa, 8, en pleno centro turístico y comercial de Madrid. El arquitecto Ferrer Bartolomé proyectó un espacio en el que reinaban la madera de caoba, las lámparas de araña y las curvas que de manera sinuosa se iban deslizando por los interiores hasta desembocar en la magnífica puerta de entrada semicircular que enmascaraba la visión del interior de los viandantes.
Conozcamos un poco de su historia y de uno de los símbolos de esta firma. En 1939 Loewe inaugura la emblemática tienda de Gran Vïa, 8, en pleno centro turístico y comercial de Madrid. El arquitecto Ferrer Bartolomé proyectó un espacio en el que reinaban la madera de caoba, las lámparas de araña y las curvas que de manera sinuosa se iban deslizando por los interiores hasta desembocar en la magnífica puerta de entrada semicircular que enmascaraba la visión del interior de los viandantes.
Se recuerdan con fervor los escaparates diseñados por Pérez de Rozas en los años 50, instalaciones sorprendentes, extravagantes y muy refinadas. Es entonces cuando el escaparate deja de ser un mero expositor de artículos y se convierte en un escenario teatral que hace soñar con un mundo de elegancia y refinamiento.
En los primeros años 50,mientras Hemingway escribía sus crónicas españolas en el bar Chicote, a pocos pasos las mujeres más elegantes de la ciudad se acercaban en procesión a la tienda. Una meca en la que hacían parada la princesa Gracia, Wallis Simpson, Ava Gardner y Sofía Loren.
En el año 2006, coincidiendo con su 160 aniversario, Loewe quiso devolver a la tienda su viejo esplendor y, para ello, llamaron al anticuario- decorador Lorenzo del Castillo que logró con éxito recuperar el espíritu de los años 40. Con fidelidad pero sin nostalgias.
Lorenzo diseñó una colección de muebles de madera lacada y piel marfil -la silla coquillat, la chaise longue capitonée o el puff de cebra redondo. Además, forró de espejos biselados el vano de la escalera, e iluminó nuevamente la arquitectura de curvas, con sus moldaduras en los techos, sus columnas, su caoba y sus arañas recuperadas.
A la planta superior le dio un caracter privado, exclusivo, la perfumada atmósfera de un viejo salón de costura, con sus probadores inmensos donde continúa el juego de espejos, sus alfombras mullidas, y su bar. Rigor y preciosismo: Lorenzo del Castillo hace un ejercicio de modernidad que bebe en la tradición.
Lorenzo diseñó una colección de muebles de madera lacada y piel marfil -la silla coquillat, la chaise longue capitonée o el puff de cebra redondo. Además, forró de espejos biselados el vano de la escalera, e iluminó nuevamente la arquitectura de curvas, con sus moldaduras en los techos, sus columnas, su caoba y sus arañas recuperadas.
A la planta superior le dio un caracter privado, exclusivo, la perfumada atmósfera de un viejo salón de costura, con sus probadores inmensos donde continúa el juego de espejos, sus alfombras mullidas, y su bar. Rigor y preciosismo: Lorenzo del Castillo hace un ejercicio de modernidad que bebe en la tradición.
En la actualidad el establecimiento de Gran Vía es el más antiguo del mundo. Su clientela actual son sobretodo turistas en su mayoría asiáticos ya que el público nacional prefiere hacer sus compras en la tienda que la firma tiene en Serrano.
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